MAGDALENA PAOLINO: “Descubrí que si se manipulan moléculas en determinadas células inmunológicas, se logra activar una respuesta antitumoral” Bioquímica de profesión, Magdalena Paolino (32) se fue hace nueve años de Uruguay para hacer una pasantía a Suiza sin haber trabajado nunca en un laboratorio. Luego se trasladó a Austria y comienza su actividad científica en el Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencias de ese país. Desarrollando su tarea científica en dicho Instituto descubre una forma de frenar la metástasis provocada por tumores. Actualmente reside en Estados Unidos. La publicación digital mujermujer.com.uy le realiza una entrevista a Paolino, quien informa que trabaja “en el Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencias de Austria en Viena junto a un grupo de investigación que mediante manipulación genética en ratones trata de entender molecularmente cómo funcionan diversas enfermedades que afectan a humanos”.
La decisión del traslado se decidió cuando la científica uruguaya “estaba haciendo una pasantía por un año en un laboratorio en Suiza y como me encantó la experiencia de vivir en Europa y se puede vivir bien de científico allá, decidí quedarme. En Austria encontré un instituto y un grupo de investigación que me gustaba mucho así que cuando me aceptaron no lo pensé dos veces”.
¿Qué fue lo que descubriste?
Un mecanismo molecular que regula la respuesta inmune contra los tumores. En otras palabras, descubrí que si se manipulan ciertas moléculas en determinadas células inmunológicas, se logra activar una respuesta antitumoral y generar un sistema inmune más activo y agresivo contra diversos tipos de tumores metastásicos.
¿Cuáles son los próximos pasos que debe dar la ciencia para que esta investigación termine en medicación para humanos?
Hay que ser muy precavido a la hora de traducir en humanos los resultados obtenidos en el laboratorio. Aunque hemos hecho algunos experimentos preliminares con células humanas alentadores, en este momento no sabemos si nuestros resultados se van a reproducir en pacientes con cáncer. Para eso se necesitarán más experimentos y pruebas clínicas. Nosotros, los investigadores de ciencia básica, por lo general, sólo proporcionamos el conocimiento de cómo funcionan los procesos biológicos y las enfermedades. Después, son las compañías farmacéuticas en conjunto con hospitales y médicos las que tienen los medios y se encargan de llevar este conocimiento a la terapia.
¿Cuánto tiempo llevaría?
Sin duda años. Los estudios clínicos en pacientes llevan tiempo, hay varias etapas en donde se deben evaluar cuidadosamente muchos aspectos de la terapia: toxicidad, dosis, efectos en el tumor y en la supervivencia del paciente, en qué tipo de tumores tiene efectos, etc. Supongo que como mínimo unos 5 años o más.
¿Algún laboratorio farmacéutico te ha contactado para apoyar o desarrollar contigo esta investigación dado el alcance que puede tener para el mercado?
Sí, de hecho en esta investigación trabajamos junto a una compañía farmacéutica que desarrolló para nosotros una droga sintética que cuando la administramos en nuestros modelos, mostró ser efectiva activando el sistema inmune para terapia anti-tumoral. Esta compañía ya está patentando este compuesto para testearlo en humanos. Además, estamos relacionados con otra compañía biomédica que empezará próximamente las primeras pruebas clínicas en pacientes con cáncer tratando también de inhibir a nuestras moléculas en el sistema inmune pero con otros compuestos.
¿Qué sentís al pensar en todo lo que lograste?
Sobre todo una satisfacción muy grande al saber que puedo. Que puedo hacer ciencia del más alto nivel y alcanzar las metas que me propongo, por más lejanas que parezcan.
¿Te imaginabas haciendo semejante descubrimiento con tan pocos años?
La verdad que no. A veces miro hacia atrás, me veo de chica estudiando en el liceo o en la facultad sin saber qué iba a hacer de mí y pensar en todo lo que he aprendido y avanzado en tan poco tiempo, y todavía me sorprendo.
¿Qué cosas personales resignaste para alcanzar este objetivo?
Bastantes. Los científicos tenemos que trabajar muchísimas horas por día incluso los fines de semana, por lo que se deja bastante de lado la vida social, el tiempo extra para los deportes y otras actividades culturales. Uno realmente vive día y noche en el laboratorio. Pero además, en mi caso, al haberme ido tan lejos y a un país tan diferente tengo que conformarme con visitar a mi familia y amigos sólo una vez al año, perderme cumpleaños, casamientos y nacimientos, y también debo aprender a vivir en una cultura bastante diferente a la mía que es interesante y desafiante pero a veces no resulta fácil.
En siete años de investigación, ¿alguna vez pensaste en abandonarla?
Hace dos años, después de terminar mi doctorado, no consideré abandonar la investigación pero sí publicarla incompleta en un revista científica de menor impacto. No por un tema de frustración sino porque en mi carrera, cada paso (doctorado, postdoctorado, etc.), están estipulados para que lleven determinado tiempo. Así que después de terminar el doctorado, pensé que quizás era mejor seguir adelante y empezar un postdoctorado en otro laboratorio. Sabía que quedarme más años podía jugarme en contra en el futuro pero al final por suerte opté por quedarme y terminarla.
¿Qué cualidades crees que te permitieron lograr estos resultados?
Creo que es una combinación de pasión y mucho trabajo. Tengo un interés genuino en descubrir cómo funcionan los procesos celulares y sigo yendo al laboratorio todos los días contenta, esperando ansiosa cada resultado. Y por otro lado, confieso que soy un poco o bastante “workaholic”. Crecí en una familia trabajadora donde el trabajo se hace con dedicación y responsabilidad. Además, yo no tuve muchas posibilidades laborales en Uruguay, y por lo tanto, aprovecho al máximo las posibilidades que se me presentan. Cuando llegué a ese laboratorio fuera de Uruguay, se me dio total libertad de estudiar lo que yo quisiera y como quisiera. Para mí era una posibilidad única que no sabía si se volvería a repetir así que trabajé mucho para aprender y obtener lo máximo de esa experiencia.
¿Existe desigualdad de género en la ciencia?
Desafortunadamente sí. Por ejemplo, en mi instituto a nivel de doctorado, la distribución de género es pareja 50-50 mientras que a nivel de postdoctorado el porcentaje femenino baja a 25-30 y a nivel de jefes de grupo, la representación femenina es menor al 10%. Creo que esto es bastante representativo de lo que pasa a nivel mundial. Se han hechos estudios interesantes demostrando que los estereotipos contribuyen a la desigualdad de género en ciencia. Pero además, el factor biológico del embarazo en combinación con los tiempos y la competitividad que existe, incrementan la desigualdad. Porque por un tema de bioseguridad, una mujer embarazada prácticamente no puede trabajar en el laboratorio desde que se embaraza hasta que termina la lactancia. Además, en algunos países, la licencia maternal se paga por el gobierno y puede extenderse incluso por uno o dos años. Entonces, en un ambiente tan competitivo como el científico, el parar una investigación un año es una gran desventaja. Creo que esto incrementa la disparidad de género.
¿Lo has sentido?
Recién empiezo a escalar en la carrera y hasta ahora no he sentido una discriminación personal por mi condición de género. Pero tengo bien claro que por la disparidad que existe, para lograr triunfar en ciencia como mujer, tendré que ser excepcional y esforzarme mucho.
¿Qué siente tu familia?
Mis padres y mis hermanos: mi mellizo Miguel y mi hermana mayor Guadalupe, están muy contentos y orgullosos de mis logros. Y yo a la vez agradecida con ellos y el resto de mi familia y amigos por todo el apoyo que me han dado.
¿Qué te dice la gente cuando cuentas tu historia?
He recibido muchísimos e inesperados mensajes de afecto por internet y redes sociales de gente que se enteró de la investigación por la prensa. Lo más lindo para mí no fue un mensaje particular sino al revés, el conjunto de mensajes de gente que en su mayoría no me conoce pero quisieron felicitarme y apreciar mis logros y, sobre todo, me hicieron sentir integrada a una comunidad.
¿Cuáles son tus próximos pasos y desafíos a nivel profesional?
Pronto me voy a Estados Unidos a empezar un postdoctorado que durará 4 años. El trabajo diario y los temas de investigación van a ser muy parecidos a los de mi doctorado y el desafío futuro es hacer ciencia de primer nivel pero en menos tiempo.
¿Cómo te imaginas en 10 años?
Quisiera poder llegar a ser jefa de grupo y así tener mi propia línea de investigación. Pero sé que es un desafío grande y que los sacrificios en el camino cada vez serán mayores. Si no lo logro, entonces seguramente me pase al sector privado farmacéutico.
¿Te gustaría volver a Uruguay?
Sí, claro. Por ahora decido quedarme afuera porque el exterior me sigue ofreciendo mejores posibilidades de realizar el tipo de ciencia que a mí me interesa y además por mi interés personal de viajar y aprender de diferentes culturas. Pero si en un futuro hay alguna posibilidad para que yo pueda realizarme profesionalmente en Uruguay, seguro me gustaría volver.
¿Qué le falta a la ciencia en Uruguay?
Dinero. Uruguay tiene científicos capacitados para lograr hacer ciencia de primer nivel pero lamentablemente eso no alcanza porque las investigaciones llevan años y no días; hay que realizar muchísimos experimentos para lograr un resultado y se necesita una inversión millonaria. Desde que me fui hace 9 años, he visto avances en temas de investigación y ciencia en Uruguay. Espero que se siga por este camino y se logre darle cada vez más valor a la ciencia y a los investigadores.
¿Qué les dirías a los más jóvenes que están eligiendo una carrera para convencerlos de que estudien bioquímica?
Que es realmente apasionante y gratificante plantearse hipótesis, luego diseñar cómo testearlas experimentalmente y finalmente ver con tus propios ojos que uno puede generar conocimiento y descubrir cómo funcionan los procesos biológicos. Es sin duda una carrera muy sacrificada pero fascinante y creativa al mismo tiempo y si realmente es tu vocación, vale la pena.
Magdalena Paolino, tiene 32 años, es bioquímica de profesión, su tres últimos años de secundaria los cursó en el Liceo Departamental de Tacuarembó Nº1 y desde esa época estudiantil conserva muchas amigas tacuaremboenses
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