El amor al terruño o patria chica, el amor, en fin, al Pago es un sentimiento natural bastante común. Claro es que no está al alcance de cualquiera experimentar y proyectar ese sentimiento en obra humana, en producto enriquecedor de la Humanidad, siendo la humanidad más a mano la humanidad de nuestro pueblo, de nuestra comunidad. Esa sensibilidad, pues, basada en la pasión por la Historia y proyectada en beneficio de nuestros vecinos, con una innegable vocación de servicio, es lo que da lugar a realizaciones tan fundamentales como “Código Tacuarembó”.
Su autor, el doctor y amigo Carlos Arezo Posada, ya ha dado desde largo tiempo atrás, muestras de ello con títulos cruciales como “De Sepé a Gardel” (2008), “Tacuarembó, gobierno y cultura. 1944-2014” (2015) o “Vigencia del tradicionalismo. La Patria Gaucha” (2011), volumen éste donde analiza y desarrolla los fundamentos de dicha celebración por él mismo concebida, que se ha manifestado como un éxito no sólo departamental, sino de transcendencia nacional y aún regional.
Todo esto, sin olvidar la coordinación del Dr. Arezo en títulos como “Uniendo pasado y presente” (1989) y su múltiple colaboración en el colectivo, también por él impulsado, “Gardel es uruguayo” (2012), en cuya plasmación, así como en la creación de la Semana Gardeliana, ha desempeñado nuestro autor un rol decisivo.
Ciñéndonos, entonces, a esta obra del corriente año 2020, nos atrevemos a decir que, en gran parte, podríamos considerarla continuación o mejor, concreción parcial del importante ensayo de 2008, toda vez que éste refiere a hechos y personas de Tacuarembó en su historia y aquél, que es el que comentamos, a personajes, brevemente biografiados, que, a juicio de los gobiernos, han merecido ser celebrados y recordados en el nomenclátor del departamento, en sus núcleos humanos estables: Tacuarembó capital, Paso de los Toros, San Gregorio de Polanco, etc., etc.
Sabido es que, a partir del siglo XIX y acrecentado en el XX, se dio en identificar los espacios urbanos con nombres de personalidades, desechando la costumbre tradicional y de sentido común popular de designar los lugares con nombres inspirados en la pura realidad geográfica o bien evidenciando su función en esa reducida área.
Es así como se nos ilustra sobre designaciones del plano de 1883 tales: Lavadero, Baños, Comuna; u otros referidos a valores o anhelos como Paz, Progreso, Porvenir, Humanidad, Orden, Justicia… o, finalmente, evocando la toponimia local y nacional: Tacuarembó, Sandú, Yaguarí, Cuñapirú, Paysandú, Durazno, etc., o incluso las fechas patrias, etc.
Con esa nueva costumbre municipal, siguiendo una onda universal, se han padecido en todas partes omisiones y producido excesos, como resultado de las limitaciones de los políticos de turno, lo que también trajo aparejado, con demasiada frecuencia, los cambios o sustituciones, al cabo de algunos años, de unos nombres por otros más gratos al poder del momento. Para evitar lo cual, en varias ciudades del mundo se optó por la fría racionalidad de evitar nombres e identificar las vías con números.
Pero volviendo al ensayo que nos ocupa, vemos cómo Arezo ha recabado, con laboriosa paciencia y tenacidad, aquellos datos que sintetizan la trayectoria vital de cada personaje, rescatando al conjunto del olvido, derivado del hecho de no figurar en las placas correspondientes las deseables fechas de su vida y una escueta referencia a su profesión, oficio o acto que los hizo acreedores a esta clase de homenaje (como hemos visto en algunas ciudades).
De las 300 páginas del libro, el estudio del nomenclátor abarca 222 (casi un 75%), lo cual nos remite a considerar las otras materias objeto de la obra, cuales son la descripción del “Patrimonio departamental”, que cierra el volumen y consigue catalogar el cúmulo de riqueza de la que Tacuarembó es poseedor.
Le siguen la oportunísima enumeración de la “Legislación” referida a la historia institucional del departamento, todo esto encabezado por la exposición de los “Símbolos” y el análisis de lo que el autor denomina “Espacio Público”, que constituye justamente el útil prólogo al desarrollo subsiguiente del “Nomenclátor” protagonista, eficazmente clasificado en grupos, según la significación de los nombres relacionados.
Con este “Código Tacuarembó”, bellamente editado, desde la misma –excelente- doble carátula, la ciudad y el departamento se colocan a la cabeza de los estudios sobre la materia en nuestro país y, diríamos sin temor a equivocarnos, a la par de tratados similares referidos a ciudades tan importantes y cercanas como Montevideo y Buenos Aires.
Montevideo, abril de 2020. Especial para “Tacuarembó 2030”
José Monterroso Devesa
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