He pensado siempre, que cuando se muere un músico, se mueren dos. Si escarbo el pensamiento, me sorprende ver, que la música está en todos aquellos seres sensibles a las melodías de los sonidos. Solo que no todos, tienen la oportunidad de aprender a ejecutar un instrumento. El “Flaco” Ferreira era músico y además la música lo impulsaba, lo enriquecía, lo dignificaba. Ese espíritu musical se desbordaba y era volcado en aquellos estudiantes que querían manifestarse emocionalmente con una guitarra, un acordeón, un saxo o una flauta. Entonces un músico como el “El Flaco”, no se muere nunca. Permanece vivo en sus alumnos. Vivo en los sonidos del viento cuando cruza las tacuaras de este, su Tacuarembó, que lo vio crecer como digno hijo de su bella historial musical. De todas formas que pena nos da, saber que tan temprano, la muerte celosa de lo ejemplar y bello, nos quita un amigo, un gran ser humano, un exquisito músico. Yo escribo sobre lo que sé, sobre lo que ví y sentí de este gran músico; pero “el flaco Ferreira” era mucho más, que lo que humildemente escribo.
Dicen que una mañana, mientras tocaba una milonga triste, por el hilo de su tristeza, se introdujo hasta sus entrañas sensibles, el filo hiriente de una malvada enfermedad, que lentamente fue cegando las espigas maduras de su vida ejemplar, apagando el sonido de su guitarra invencible.
Lo nombro a Luis Alberto Ferreira, lo recuerdo, y lo veo en la esquina de Catalina y Dr. Ivo. Donde lo escuché tantas veces, donde acompañó magistralmente a mi pobre bandoneón, dándole un ritmo, sonido y brillo distinto… no tengo más que cerrar los ojos y lo veo al “flaco Ferreira”, en su elegante postura con la guitarra como hembra amorosa, recostada sobre su pecho, pronto para acompañar y cantar junto al Toto, Sánchez y Sanguinetti aquellas gloriosas páginas como Rumbeando pa´l Quiebra Yugos, El Dedazo, La Casa de mis Abuelos y tantos otros temas realmente magníficos, de aquellos Polqueros del Norte, que de alguna forma representan fielmente, el momento cultural-musical de un tiempo bien definido, de un Tacuarembó que cantaba en el “Boliche del Toto”. También lo oí, magnifico con su linda estampa criolla, acompañando música tradicionalista, en “Los Gauchos de Roldán”. La prestancia de “el Flaco” para ejecutar el saxo en la banda de su pueblo. Su inigualable postura para ejecutar la guitarra, endulzándonos el oído con un Tárrega, un Oyanguren o un Fleury. O bajando con los vientos del Cerro del Pastoreo, con una polca fresca y campestre, de esas que despiertan a los duendes del baile. Era músico y se sentía tal. No imaginaba su vida, sin la música integrada a su ser. Vamos a extrañar aquella mano tibia de amigo. Vamos a echar de menos aquellas bromas y aquellos chistes jugosos y precisos y su reír contagioso.
Querido “Flaco Ferreira”: te vas para el pago donde todos iremos. Allí te encontrarás como antes, con el Curita, con el Domingo, con el Toto, con Severo, con Abayubá y muchos otros de tu glorioso tiempo.
“Guito” Marrero
– Luis Alberto Ferreira Martínez, falleció en Tacuarembó, el 31 de julio de 2011. El 1º de julio pasado había cumplido 63 años.
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