Cuando a un dirigente político de otra época le preguntaron sobre los “principales diarios” de su país, respondió: “No tenemos ninguno porque todos son engañosos”. Hace unas dos décadas, quizá fue un comentario irónico, pero se hizo realidad con la aprobación de una ley que condena a seis años de cárcel a periodistas culpables de propagar “noticias falsas”. La norma considera noticias falsas a “cualquier noticia, información, datos e informes que sean total o parcialmente falsos, ya sea en forma de artículos, imágenes o grabaciones o cualquier otra forma, capaces de sugerir palabras o ideas”.
Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, usó el término en reiteradas ocasiones, incluso para negar hechos y datos verificables, algunos países en desarrollo siguieron su ejemplo de pretender silenciar a la prensa.
Trump es un “mentiroso serial”, según el exdirector del Buró Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, y sus mentiras buscan denigrar a los periodistas cuyas coberturas y denuncias desestima por ser “noticias falsas”.
“Muchos gobiernos asiáticos, como Malasia, Singapur y Filipinas, se sumaron al carro de las ‘noticias falsas’ tirado por el presidente Trump”, observó Steven Butler, coordinador de programa para Asia del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
“Los gobiernos que desean suprimir la libertad de expresión saben que el presidente de Estados Unidos les dará carta blanca, con lo que no contaban antes. La ciudadanía de esos países necesita encontrar su propia forma de defender la libertad de prensa”, añadió.
A principios de este mes, India amenazó con castigar a periodistas por propagar “noticias falsas”. Pero en menos de 48 horas, el gobierno lo pensó mejor y anuló el anuncio sin explicación.
Norman Solomon, director ejecutivo del Instituto de Precisión Pública, con sede en Washington, y uno de los fundadores y coordinador de RootsAction.org, dijo a IPS que los demagogos poderosos odian la libertad de prensa y quieren reducir o aplastar a cualquier medio independiente que se le quiera poner en el camino.
“Las denuncias de ‘noticias falsas’ de Trump representan una nueva expresión de técnicas centenarias para responsabilizar al mensajero de las noticias no deseadas”, añadió.
Los gobiernos, como las grandes corporaciones, están en el negocio de la gestión de noticias, apuntó, y señaló “utilizan megáfonos poderosos y una variedad de elementos para lograr una cobertura favorable y suprimir o desacreditar las coberturas no favorables”.
En algunos casos, la represión adopta la forma de amenazas, de allanamientos, procesamientos y encarcelamientos. En los países más democráticos, la represión puede tomar la forma de incentivo de “poder blando”, zanahorias económicas, campañas de relaciones públicas masivas y una avalancha de propaganda sin tregua.
En medio de todo eso, los periodistas deben hacer frente al desafío de buscar los hechos y las verdades subyacentes, sin importar a donde los lleve, arguyó.
En algunos países, los obstáculos generan miedo de ir a prisión o hasta de morir, mientras en otros, es de perjudicar su carrera o perder el trabajo, acotó Solomon.
En la columna “La Guerra de Trump contra la verdad”, publicado a principios de este mes, The New York Times señala que cuando el presidente tilda de “noticia falsa” a cada información que no le gusta, también incentiva a otros dirigentes políticos, en especial a quienes no deben preocuparse por las leyes de libre expresión o por un sistema de justicia independiente, a sofocar con más agresividad a la prensa.
“Saben que la condena internacional por sus acciones será mínima porque uno de los más importantes defensores de los estándares de la libertad de prensa, el gobierno de Estados Unidos, está encabezado por un hombre que trata de desacreditarla”, explicó.
Las “noticias falsas” son un verdadero problema, más por ser una acusación que mata el debate serio que por ser una categoría de noticias en sí misma, indicó Ian Williams, autor de “UNtold: The Real Story of the United Nations in Peace and War” (“La ONU nunca contada: La verdadera historia de la Organización de las Naciones Unidas en la paz y en la guerra”).
En general, señaló Williams, los grandes medios se destacan más por lo que ignoran que por sus mentiras, y a menudo revelan sus colores.
En particular, los medios estadounidenses dependen de las fuentes gubernamentales y a menudo confían en ellas de forma ingenua, aunque el comportamiento de Trump podría estar cambiando eso.
Por todas sus fallas, los grandes medios tienen competencia y temen que les ganen sus rivales.
Por otro lado, eso significa que tienen una mentalidad de rebaño, por lo que de forma colectiva y sin cuestionamientos se creyó el argumento de las armas de destrucción masiva en Iraq y el escándalo espúreo de “petróleo por alimentos”, explicó Williams, un analista que escribió para varios medios como The Independent, New York Observer, The Financial Times y The Guardian.
“Pero confío en ellos antes que en Fox, en los tabloides de Murdoch y en Breitbart, y por encima de todas las agencias de noticias de estados autoritarios, donde un editor podría perder su trabajo y posiblemente su cabeza por no respetar las órdenes”, explicó.
Y observó que la BBC a veces critica al gobierno, Sana y Russia Today, nunca.
“Y también desconfío de periodistas ‘independientes’, que tienen permiso y ayuda para ingresar a estados totalitarios para que puedan contar la ‘verdad’ y denunciar las mentiras de los grandes medios”, apuntó.
Con respecto a si la ONU es confiable, señaló: “En su mayor parte sí, porque hay tantas filtraciones que cuando se corrigen informes, se filtra y hay 193 misiones verificando su preferencia y asegurándose de hacer correcciones”, explicó Williams, también excorresponsal de The Nation en la ONU.
Solomon explicó que en cada sociedad existe la necesidad vital de búsqueda de verdad que puede hacer que la democracia sea real, como el consentimiento informado de los gobernados.
En este momento, en Estados Unidos, en Rusia y en China, hay muchas otras naciones, hay personas en lo alto de las estructuras económica y política deseosas de mantener la sumisión desinformada de los gobernados.
“No importa cuán diferentes sean los sistemas sociales, políticos y de medios, los periodistas deben hacer frente al desafío de superar la censura manifiesta o solapada del gobierno, de las corporaciones y de las personas ricas”, declaró Solomon.
Las “‘noticias falsas’ surgieron como un tema global de preocupación y existe el riesgo de que los esfuerzos realizados para frenarlas puedan llevar a la censura, la eliminación del pensamiento crítico y de otros enfoques contrarios a los derechos humanos”, reza una declaración del relator especial de la ONU para la libertad de expresión y de opinión, David Kaye, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, la Organización de Estados Americanos y la Comisión Africana para los Derechos Humanos y de los Pueblos.
“En su Declaración Conjunta, identificamos principios generales que deben aplicarse a todos los esfuerzos para hacer frente a este asunto”, reza el documento divulgado en marzo.
La declaración identifica los estándares de derechos humanos aplicables, fomenta la promoción de la diversidad y la pluralidad de los medios y subraya los papeles particulares de los intermediarios digitales, así como de periodistas y medios de prensa.
Traducción: Verónica Firme
(*) Este artículo forma parte de una serie elaborada por IPS por el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el 3 de mayo.
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