LAS MALVINAS: “Jurídicamente son uruguayas”

Un libro firmado por un uruguayo y un argentino establece algo que aún hoy sería tomado a broma: la posibilidad de que Uruguay pueda reclamar para sí a las islas que todavía Argentina exige a Inglaterra. Galtieri, semi borracho, arengando a las masas desde el balcón de la Rosada frente a Plaza de Mayo; las caritas de los imberbes soldados del Chaco, Formosa y Jujuy, partiendo hacia lo desconocido (algunos no volverían); Margaret Thatcher saludando a los portaviones; los temidos gurkas nepalíes, las balas trazadoras; el Belgrano que se hunde en las aguas gélidas; la rendición del general Menéndez; la caída de la dictadura; Alfonsín que junta las manos; el gol con la mano de Maradona a los ingleses, el otro golazo histórico, dribleando hasta a la Reina…

Imagine el lector que por un instante todas esas imágenes grabadas en la retina y en la memoria colectiva del Río de la Plata no existiesen, porque en las Islas Malvinas flameara en el viento frío del Atlántico Sur desde hace décadas el pabellón uruguayo. ¿Cómo? Sí, sí, ese mismo que conocemos bien: el de las rayas azules sobre campo blanco y el sol en la esquina, aquél cuya sombra buscan los valientes al morir.    
En la larga polémica que existe entre Argentina y el Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas, pocos han reparado en el eventual papel que puede llegar a tener Uruguay como reclamante válido del archipiélago austral. Dentro de los historiadores e intelectuales uruguayos que se interesaron por el tema a lo largo de las décadas, destaca la figura solitaria de Eugenio Petit Muñoz. 

Ahora, el libro de investigación histórica Las Malvinas, ¿son uruguayas? (Editorial Botella al Mar), cuyos autores son el arquitecto uruguayo Juan Ackermann y el ingeniero argentino Alfredo Villegas Oromí, arroja luz sobre una cuestión que apenas se ha tratado de soslayo y casi en broma en la agenda internacional uruguaya: la argumentación de cómo las Malvinas podría ser pasibles de reclamo por parte del Estado uruguayo. El libro se presentó este miércoles pasado en Punta del Este, ante un auditorio de uruguayos y argentinos.  

La posibilidad de una isla – La base de la argumentación de Ackermann y Villegas se centra en la posesión jurídica que tenía el puerto militar de Montevideo a mediados del siglo XVIII sobre el archipiélago de Malvinas, la isla de Tierra del Fuego y las costas patagónicas. Incluso la isla de Fernando Poo, casi frente a África.  
“La corona española tenía tres apostaderos navales en América, desde donde dominaba las  los mares, islas y costas. Uno estaba en Lima, el segundo estaba en Cuba y el tercero era Montevideo”, explica Ackermann a El Observador. Sobre el reclamo argentino, Villegas arguye que nunca se reclamó soberanía nacional en ese acto. “En 1820, cuando el comerciante argentino Luis Vernet llega a las islas Malvinas sus motivos son económicos, no de soberanía. Había un enorme caos institucional y nunca hubo una posesión”, dice. 

A partir de 1833, los ingleses establecen su dominio sobre las Falklands, pero a lo largo del siglo XIX las ligazones entre Uruguay y las Malvinas fueron muy grandes. El empresario anglouruguayo Samuel Lafone compró casi la mitad de una de las islas, una región conocida hasta hoy como Lafonia, donde crió ganado ovino y donde llevó gauchos orientales que legaron una buena cantidad de palabras en español al inglés de los kelpers. 
Luego, muchos isleños estudiaron en colegios de Montevideo y se trataron en el hospital Británico. Hasta el presente, los isleños mantienen una relación afectuosa con Montevideo. Quien firma estuvo en 2011 en Malvinas y lo constató de primera mano. 
Un tratado olvidado

En el año 1841, España y Uruguay firman un tratado particular. “Es un tratado que casi nadie recuerda. En ese documento, España le cede las atribuciones que tenía el apostadero. Diecisiete años después, España hace lo mismo con Argentina, pero no podía darle lo que ya había dado. Ese ya es un argumento muy fuerte a favor de Uruguay”, explica Ackermann. 

“Si eso no fuera lapidario, en 1972, cuando se firma el tratado antártico, se firma primero en el Senado uruguayo y luego en el Senado argentino. La base de esa firma es el tratado de 1841. Cuando los legisladores argentinos firmaron, estaban reconociendo ese tratado. Se ve que no leyeron lo que firmaban”, recalca Villegas. “Jurídicamente, nos corresponden a nosotros”, remata Ackermann. “Para mí, que soy argentino, fue muy duro darme cuenta de esto”, reflexiona Villegas. 

Los autores proponen algunas suposiciones ante los hechos que explicitan en el libro. Que Uruguay no reclame nada, cosa que está en su derecho. Que Uruguay inicie conversaciones con Inglaterra y/o con los isleños. Que en el reclamo de cosoberanía argentina-británica Uruguay pueda terciar de alguna forma. O incluso, que estos argumentos de soberanía uruguaya sobre las Malvinas sean utilizados como mecanismo de presión para que Argentina cumpla con el dragado del canal Martín García. 
Entre muchas otras, queda sobre este tema flotando la simple y enorme pregunta: ¿por qué Uruguay nunca reclamó las islas? “Nosotros no hemos descubierto nada. Solo profundizamos en documentos que ya existían”, concluyen los autores.

De elobservador.com

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