“En el montevideano barrio de La Teja, el 17 de enero de 1940, nacía Tabaré Ramón Vázquez Rosas. Su abuelo José Vázquez, era un vasco propietario de un viejo almacén de ramos generales de la zona. Por parte de madre, su abuelo era italiano, y su abuela había venido de Francia, aunque ambos terminaron sus días en Argentina. Héctor, su padre, fue trabajador de los mataderos de ganado del lugar, y luego obrero de la planta refinadora de la Administración Nacional de Combustible, Alcohol y Portland (ANCAP), participando en la construcción de la misma. Políticamente cercano al nacionalismo independiente, tenía actividad sindical, y era un fervoroso admirador de nuestros indígenas, lo que explica el nombre del futuro primer mandatario. Su madre, Elena, se dedicaba a las tareas de la casa, y a cuidar a los cinco hijos del matrimonio, de los cuales Tabaré era el cuarto.
Cursó estudios primarios en la Escuela Pública Nº 104 “Yugoeslavia” de su barrio, y secundarios en los liceos Nº 6 Francisco Bauzá del Prado –en primer año-, y en el Nº 11 del Cerro. Por esos tiempos, ya era evidente su afición por la asignatura que entonces se llamaba “Historia Natural”. Completó sus estudios preuniversitarios en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (IAVA).
Su padre fue destituido de la función pública por su tarea gremial. En ocasión de una huelga en la primera mitad de los años cincuenta. La ley de amnistía para terminar con el conflicto, fue propuesta por el diputado socialista José Pedro Cardoso, lo que hizo que aquel adolescente se sintiera atraído por las ideas de ese partido político.
También integró grupos de jovenes vinculados a exalumnos del colegio Divina Providencia, de tendencia salesiana, lo que influyó mucho en su formación en lo que se refiere al trabajo social.
Aquel joven tomaba clases de catequesis, y organizaba actividades en las parroquias, en una de las cuales conoció a María Auxiliadora Delgado, con quien se casó en 1964. De la unión nacieron tres hijos, adoptando mas tarde otro varón. Su esposa se desempeñó laboralmente en la Caja de Profesionales Universitarios, y desde siempre ha realizado tareas benéficas. El matrimonio tiene diez nietos.
Un medico con preocupaciones sociales. Pero su vocación era la medicina y si bien debió demorar su ingreso a la Facultad por razones de trabajo –llegó a ser canillita y albañil, antes de entrar a una empresa de vinos y licores-, cumplió con su sueño en 1963.. Siempre consideró esa profesión como “una buena forma de servir”.
El trabajo, sus obligaciones familiares y estudios, hicieron que estuviera alejado de la vida política y sindical durante la convulsionada década del sesenta, pese a asistir con asiduidad a asambleas y actividades gremiales.
No quiere decir que no tuviera una actitud de preocupación ante las injusticias cotidianas. Esto lo llevó, junto a otros jovenes tejanos, a fundar en 1969 el Club Arbolito, en el cual además de jugar al fútbol de arquero en la reserva, realizaba una intensa obra social, principalmente en lo referente a la atención de una policlínica gratuita para la barriada.
Esa tarea comunitaria también pudo realizarla en el Club Progreso, que fuera fundado en 1917 en la casa de su abuelo paterno, del que llegó a ser presidente. Allí impulsó la instalación de un comedor para niños en la zona y aledaños, un jardín de infantes y una heladería.
En diciembre de 1969 (Tabare Vázquez) se recibió de médico. La muerte, en pocos años de su hermana y de sus padres, víctimas de cáncer, decidieron la especialidad a seguir por el flamante galeno (y dentro de la misma, específicamente, cáncer de mamas), comenzando una brillante carrera en el Servicio de Radioterapia del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina, llegando por concurso a la dirección del mismo.
(…)
Su querido Progreso ascendió desde la divisional “C” a la “A” entre 1978 y 79, con su presidencia, y durante el Mundialito del ´80, participó en la Comisión de Tesorería y Finanzas, en representación de su club. En 1983 se propuso su nombre para ocupar la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), lo que fue rechazado por razones políticas. Algo similar ocurrió en el ´87, aunque esta vez el veto provino desde filas del oficialismo colorado.
(Vázquez) fue presidente de la Liga Universitaria de Deportes y de la Confederación Universitaria Sudamericana. (En 1983) el reconocido oncólogo se había afiliado al Partido Socialista (aún clandestino) con el que había simpatizado desde siempre. En un principio integró un grupo de médicos de ese sector político, pasando luego a militar en el área deportiva. A fines de 1987, era votado para integrar el Comité Central partidario.
Por esos tiempos se desempeñó como presidente e la Comisión de Finanzas de la Comisión Pro-Referéndum que pretendía la derogación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (ratificada en 1989). Esta fue su primera responsabilidad política de relevancia.
A mediados de ese año, su nombre fue propuesto como candidato a la Intendencia de Montevideo por el entonces diputado socialista José Díaz (y) apoyado por el arquitecto Mariano Arana, que había sido candidato frenteamplista en la elección anterior (1984). Así, aquel médico que no tenía una notoria trayectoria partidaria, lo que fue cuestionado por algunos de sus correligionarios, era poco después elegido por (el Frente Amplio), como postulante a la comuna capitalina (…) Fue una verdadera revelación. Para la gente, era simplemente “Tabaré”, y cautivando con su carisma llevo por primera vez al Frente Amplio a una victoria electoral (…) Aquella noche del último domingo de noviembre de 1989, en su primer discurso como intendente electo, acuñó una de sus frases más emblemáticas: “Festejen, vecinos, festejen; porque este es su triunfo”.
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